jueves, 25 de octubre de 2007

El holocausto, la gran mentira

Por Raúl Hermosilla Hanne, Historiador
El joven lector de mis artículos, Ricardo Sangmeister, me ha pedido que me refiera a otra gran mentira histórica, que es la del llamado "holocausto", por el cual las autoridades alemanas habrían asesinado a 6 millones de judíos, en el mayor genocidio de la Humanidad. Trataré de resumir los antecedentes.
Antes de la Segunda Guerra Mundial sólo había 6 millones de judíos en toda Europa, y de haber sido asesinados seis millones, no habría quedado ninguno, lo cual es absolutamente falso. En todos los países las tropas aliadas encontraron numerosas colonias de judíos y a otros muchos se les liberó de los campos de concentración. A fines de 1944, Himmler accedió a que emigraran a través de Suiza 1.200 hebreos semanalmente, y el 19 de abril de 1945 (antes que terminara la guerra) Norbert Masur, del Congreso Mundial Israelita, llegó a Berlín a gestionar ante Himmler que los judíos detenidos no fueran cambiados de campamento, a fin de evitarles posibles represalias durante su traslado.El cuento de los 6 millones de judíos muertos comenzó a ser fabricado por Poliakov, partiendo de las declaraciones del Dr. Wilhelm Hoettl y de Dieter Wisliceny, quienes dieron informes sobre evacuaciones, emigraciones, decrecimiento del judaísmo europeo, etc. Poliakov barajó estos términos y a todos les dio la acepción de "liquidación". Echó a rodar la bola y luego otros le fueron agregando dramáticos retoques. Los comisarios judíos soviéticos capturaron el campo de Auschwitz y hablaron de 4 millones de judíos muertos con gas, lo cual es falso porque meses antes la Cruz Roja Internacional había visitado ese campo, informando que no existía tal exterminio ni cámaras de gas. Pero el embuste fue difundido mundialmente por las agencias internacionales de prensa controladas por los judíos, y coreado por películas, documentales , libros, etc. David Rousset, en Francia, y Eugen Kogon, en Alemania, dramatizaron la "liquidación" de los 6 millones.
El comunista húngaro Miklos Nyizli inventó la "confesión" del Dr. Mengele, y después de que fue ejecutado Rudolf Hoess (comandante del campo de Auschwitz, no confundir con Rudolf Hess) se inventó su "confesión" sobre las matanzas y se tradujo a todos los idiomas para "confirmar" en el mundo entero lo de los "6 millones de liquidados". A ésto hay que agregar en 1994 la película "La Lista de Schindler" del productor y director judío Steven Spielberg.
Todo esto tuvo por objeto desplegar una enorme cortina de compasión hacia los judíos para encubrir los móviles políticos de sus jefes internacionales. Y como ganancia extra (cosa muy importante), el Estado de Israel se basa en este cuento para cobrarle a Alemania las indemnizaciones que ha venido exigiendo. En 1998 estas indemnizaciones alcanzaron a más de 100 mil millones de dólares. Al enterarse de que Alemania iba a indemnizar a "sobrevivientes" del "holocausto", miles de judíos que jamás pisaron un campo de concentración se tatuaron números en los brazos para obtener el dinero. Para elaborar el mito de los 6 millones de judíos muertos no se omitieron trucos. Por ejemplo, un bombardeo aliado había devastado la población alemana de Weimar , poco antes de que terminara la guerra, y eran tantos los muertos que el jefe de la policía, Walter Schmidt, optó por incinerarlos, de lo cual tomó fotos. Pues bien, esas fotos de alemanes muertos por los aviones aliados fueron luego exhibidas como si se tratara de judíos asesinados. En Munich ocurrió algo parecido y el arzobispo y cardenal Faulhaber atestiguó que los cadáveres encontrados por los aliados en el crematorio de Dachau no eran de judíos, sino de alemanes muertos en el bombardeo de la ciudad. Agregó que en Dachau nunca existieron cámaras de gas, como actualmente se dice que las hubo.
Por su parte, el abogado Stephen F. Pinter, de St. Louis, Mo., estuvo seis años en Alemania como funcionario del Departamento de Guerra de Estados Unidos, comisionado para investigar lo de los campos de concentración, y afirma que lo de las cámaras de gas para matar judíos carece totalmente de fundamento y que en cuanto a los hornos crematorios, no eran para exterminar a nadie, sino para cremar cadáveres. Mr. Pinter agrega que él fue la primera autoridad aliada que recibió el campo de concentración de Flösenburg y precisó que ahí no habían muerto más de 200 personas, pero meses después se enteró con sorpresa que estaban celebrándose ceremonias en Flösenburg para honrar a los "tres mil exterminados".
Es tan decidido el interés de mantener el mito de los seis millones que en Alemania se incurre en el "delito de opinión" si se niega el "holocausto". El general Otto Ernst Remer fue condenado el 26 de noviembre de 1986 a tres meses de cárcel y a una multa por decir que tal cosa era falsa. Y en Francia el líder Jean Marie Le Pen fue multado por afirmar que no había habido las famosas cámaras de gas (Sep. 24 de 1988).
Por otra parte, es rigurosamente cierto que muchos judíos fueron muertos o ejecutados, pero se omite decir que eran miembros de grupos sin uniforme y sin bandera, que a retaguardia de las líneas organizaba sabotajes, conspiraciones, espionaje y asaltos sorpresivos. Este encubierto sistema de combate ha sido siempre sentenciado en todos los países del mundo a la máxima pena de la ejecución. Es un principio de ley internacional que todo aquel que combate sin uniforme y sin insignias se priva automáticamente de garantías en el caso de caer prisionero.
Los escritores Goldsmith, Marik, Buch y Ruszicka han relatado cómo sus congéneres organizaban saboteadores a espaldas de las líneas alemanas en la URSS. En su barrio de Bialystock organizaron un gran levantamiento que empezó el 16 de agosto de 1943, encabezado por el líder judío comunista Daniel Moskovicz y por Mordechai Tanenbaum, dirigente del hechalutz. ("Prensa Israelita", 2 de abril de 1964).
El periodista Edwin Hartrich reveló el 26 de febrero de 1948 que un tribunal militar norteamericano acababa de contradecir el principio básico en que se basaron los procesos de Nuremberg. El nuevo tribunal dictaminó que "los soldados alemanes eran víctimas de ataques por sorpresa, hechos por un enemigo con quien no podían batirse en combate abierto. Era práctica común la emboscada a las tropas alemanas. A menudo los soldados alemanes eran capturados, torturados y muertos. Otra acusación contra los alemanes se refería a la ejecución de rehenes. Este procedimiento, como medida represiva contra los ataques encubiertos de combatientes no uniformados, se halla previsto asimismo en el artículo 358 del Reglamento de Guerra norteamericano, y en los artículos 453 y 454 del Código de Justicia Militar británico. Se acusó a las tropas SS alemanas de ejecutar a 10 rehenes por cada soldado alemán asesinado a mansalva, pero es el caso que los franceses tenían una cuota de 25 a 1, y los estadounidenses de 200 a 1.
El doctor judío Listojewski publicó en la revista "The Broom", de San Diego, Cal., el 11 de mayo de 1952: "Como estadístico me he esforzado durante dos años y medio en averiguar el número de judíos que perecieron durante la época de Hitler. La cifra oscila entre 350,000 y 500,000. Si nosotros los judíos afirmamos que fueron seis millones, esto es una infame mentira".
Aparte de los que fallecieron de muerte natural, de los ejecutados por espiar o sabotear y de los muertos en francos levantamientos armados en la retaguardia alemana como el de Varsovia, también es cierto que a veces ocurrieron crueles abusos contra rehenes judíos. Las propias autoridades nazis descubrieron uno de esos abusos en 1944 cuando el juez Morgen, de la SS, comprobó que en el campamento de Bunchenwald habían sido asesinados numerosos judíos por el comandante Koch, que inmediatamente fue procesado y fusilado por las mismas autoridades nazis, en tanto que otros funcionarios quedaron presos. En la mentada película "La Lista de Schindler" se muestra al comandante Amon Goeth, que efectivamente maltrataba a los judíos (aunque no con la exageración con que se muestra en la cinta). Lo que no se dice en ese filme es que dicho comandante fue encarcelado por las mismas autoridades alemanas, por maltrato a los judíos, y estaba esperando juicio al terminar la guerra.
Pero lo de las cámaras de gas y la liquidación de 6 millones de judíos es un recurso publicitario, un fantasmón contra todo intento de poner en claro los móviles ocultos del movimiento político judío. El mismo objeto tienen las grandes campañas psicológicas de prensa, como la desplegada acerca del ex coronel Eichman, secuestrado en Argentina por agentes del sionismo internacional, incomunicado en Israel y ahorcado sin un juicio imparcial.
Naturalmente que al tratar esto en Nuremberg sólo era una voz la que privaba y una versión la que se oía. En otros muchos juicios menos conocidos se utilizó hasta la violencia contra los acusados para sacarles "confesiones", y esto dio origen a una investigación realizada por estadounidenses. El juez Edward Le Roy van Roden, jefe de una comisión investigadora, denunció el 14 de enero de 1949 "los salvajes métodos empleados por los agentes fiscales aliados... apaleamientos y puntapiés brutales; dientes arrancados a golpes y mandíbulas partidas".
Este juez (uno de cuyos hijos es aviador y estuvo prisionero en Alemania) acusó en particular a los fiscales del tribunal aliado de Dachau, que condenó a muerte a numerosos prisioneros alemanes.Y así como los ahorcamientos de Nuremberg fueron un símbolo de la venganza judía, la prisión de Spandau, en Berlín, es otro símbolo de que esa venganza arde como una lámpara votiva. Allí estuvieron presos, durante períodos de diez a veinte años, Walter Funk, Ministro de Economía; Baldur von Schirach, jefe de las juventudes hitlerianas; Albert Speer, cuyo "delito" había sido elevar la producción de armamento, y otros jefes del Gabinete.Von Schirach y Speer salieron en 1966 y quedó solitario Rudolf Hess, nazi número 3 , quien en representación del Führer, voló a Inglaterra para ofrecer la paz que Hitler proponía a Occidente antes de atacar al marxismo judío, declaró al ser condenado a prisión perpetua: "Tuve el privilegio de trabajar durante muchos años de mi vida bajo la dirección del hijo más grande que el pueblo alemán ha engendrado en miles de años de su historia. Aun si pudiera, no destruiría ese período de mi vida. Estoy contento de haber realizado mi deber como alemán, de haber cumplido mi deber para con mi pueblo como nacional socialista y fiel partidario de Hitler." El 17 de agosto de 1987 las autoridades aliadas anunciaron que Hess había muerto. Al día siguiente se dijo que se había estrangulado con un cable, lo cual no fue confirmado. El cirujano inglés Hugh Thomas afirma que Hess fue asesinado; que la autopsia practicada por el médico británico James Cameron revela que murió de asfixia, pero no mencionaba en su dictamen la palabra "suicidio". (Londres, 12 de marzo de 1988, AFP).Los restos de Hess fueron inhumados en secreto, en un lugar no identificado. Existe la versión de que, sumamente debilitado, con 93 años de edad, no se quiso dejar la impresión de que fuera un mártir de la "justicia" aliada.De los 4 millones de prisioneros alemanes hechos por el comunismo en la URSS, 185,000 fueron liquidados sumariamente y 2.615,000 murieron en cautiverio.Respecto a los prisioneros hechos por americanos, ingleses y franceses, durante la guerra y poco después de terminada, el investigador canadiense James Bracque afirma que en los campos de concentración aliados, murieron 800,000, debido a las severas directivas del general Eisenhower. "Hubo prisioneros que fueron enterrados vivos con aplanadoras (Las fotos y filmes de estos alemanes muertos son presentadas ahora como si se tratara de judíos asesinados por los nazis); otros murieron de hambre, de agotamiento, deshidratación, tifoidea, disentería o pulmonía. Se ocultaron deliberadamente esos hechos y los archivos. Al referirme a los hechos que anteceden no me guía ningún ánimo antisemita. Es más, se ha sostenido insistentemente que soy judío, a propósito de un análisis objetivo que hice en 2002 del conflicto árabe-israelí (bajar con el siguiente enlace: http://www.diariollanquihue.cl/site/home/20020421093511.html), en el que detallo los títulos que poseen los judíos sobre el territorio en disputa en ese conflicto, y abogo por una pronta paz entre pueblos hermanos que históricamente han compartido la Tierra Santa.
Quiero dejar en claro que sólo me inspira mi vocación de historiador, que sigue las reglas del romano Tácito, considerado el padre de la historia científica, quien hace dos mil años anotó que la ley de oro de la historia es no decir nunca una mentira, ni callar jamás una verdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pleito entre Eugen Kogon y Paul Rassinier, Landgericht de Munich, Cámara Civil, 1958